V DOMINGO DE PASCUA - LA VID Y LOS SARMIENTOS


La Hoja de mi Parroquia 357
Parroquia Ntra. Sra. de los Ángeles

El Evangelio (Jn 15,1-8):

En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.

»Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos».


La Vid y los Sarmientos

La imagen es sencilla y de gran fuerza expresiva: Jesús es la vid verdadera, llena d vida. Los discípulos son sarmientos que viven de la savia que les llega de Jesús,. El Padre es el Viñador, que cuida personalmente la viña para que dé fruto abundante.

La imagen pone de relieve dónde está el problema. Hay sarmientos secos por los que no circula la savia de Jesús. Discípulos que no dan fruto porque no corre por sus venas el Espíritu del Resucitado. Comunidades cristianas que languidecen desconectadas de su persona.

Por eso se hace una afirmación cargada de intensidad: “el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid”. La vida de los discípulos es estéril si no permanecen en Jesús. Sus palabras son categóricas: “sin mí no podéis hacer nada”.

Es en esta frase donde se nos está revelando la verdadera causa de la crisis de nuestro cristianismo. La forma que tienen muchos cristianos de vivir su cristianismo, sin una unión vital con Jesucristo, no puede subsistir por mucho tiempo. Quedará reducida al  folclore anacrónico, que no aportará a nadie de la Buena noticia del Evangelio


La Iglesia no podrá llevar a cabo su misión en el mundo contemporáneo, si los que nos decimos cristianos no nos convertimos en discípulos de Jesús. Ser cristiano exige hoy una experiencia vital de Jesucristo, un conocimiento interior e su persona y una pasión por su proyecto. Si no aprendemos a vivir de un contacto más apasionado con Jesús, la decadencia de nuestro cristianismo se puede convertir en una enfermedad mortal.

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