PRIMERA CARTA DE NUESTRO OBISPO MONSEÑOR GERARDO MELGAR
Solemnidad de la Santísima
Trinidad y Jornada Pro orantibus
Queridos diocesanos: Hoy, que por
primera vez me dirijo a todos vosotros a través de la Hoja Diocesana en Ciudad
Real, Con vosotros; quiero enviaros mi más cordial y sincero saludo como
vuestro Pastor y Obispo, a la vez que os agradezco la acogida tan cercana y
entrañable que ayer me dispensasteis en mi toma de posesión de esta Diócesis.
Me siento contento de que el Santo Padre, el papa Francisco, me haya encargado
el pastoreo de esta porción del Pueblo de Dios que es esta Diócesis de Ciudad
Real. Gracias por vuestro recibimiento, vuestra cercanía y vuestro cariño.
Hoy en el marco de la Solemnidad
de la Santísima Trinidad, celebramos una jornada denominada Pro orantibus, para
rezar por todas las órdenes religiosas contemplativas y para que valorar y
agradecer la vida de los monjes y monjas de clausura, su oración, su entrega,
su penitencia y su silencio.
En una sociedad como la nuestra
en la que se valora todo por la eficacia del momento, por la actividad, el
rendimiento y los resultados; muchos de nuestros contemporáneos se niegan a
valorar la vida de los contemplativos y contemplativas que dedican su vida a
rezar por los demás y por las necesidades de todos.
La existencia de las órdenes
contemplativas en la Iglesia tiene un sentido perfecto. Con su oración, son
como la sabia que corre por las venas de cuantos en el mundo tratamos de vivir
el estilo de vida de Jesús como sus seguidores y nos dedicamos al apostolado
activo.
En la exhortación apostólica Vita
consecrata, san Juan Pablo II decía: «Los Institutos orientados completamente a
la contemplación, formados por mujeres o por hombres, son para la Iglesia un
motivo de gloria y una fuente de gracias celestiales. Con su vida y misión, sus
miembros imitan a Cristo orando en el monte, testimonian el señorío de Dios
sobre la historia y anticipan la gloria futura. En la soledad y el silencio,
mediante la escucha de la Palabra de Dios, el ejercicio del culto divino, la
ascesis personal, la oración, la mortificación y la comunión en el amor
fraterno, orientan toda su vida y actividad a la contemplación de Dios. Ofrecen
así a la comunidad eclesial un singular testimonio del amor de la Iglesia por
su Señor y contribuyen, con una misteriosa fecundidad apostólica, al
crecimiento del Pueblo de Dios» (VC 8).
A veces, quien no los conoce de
cerca, piensa que hoy los religiosos o religiosas de clausura, no tienen
sentido en un mundo donde hay tanto que hacer y trabajar, ni entienden cómo
pueden ser felices encerrados entre cuatro paredes, con la valía que tienen
muchos de ellos, con la carrera tan brillante que han hecho en la universidad y
con lo que pudieran hacer por los demás si estuvieran fuera.
Cuando nos acercamos a sus vida y
les conocemos un poco más profundamente, nos damos cuenta que su sonrisa no es
algo postizo, sino el reflejo claro de lo que llevan dentro, de lo que su
corazón experimenta y vive.
Son personas que están alegres,
con una alegría distinta de la del mundo, que contagia e interpela a cuantos
los contemplan.
El mensaje esencial de las
vocaciones contemplativas se resume en la frase de santa Teresa de Jesús: «Solo
Dios basta», o en la otra del joven santo Trapense, san Rafael Arnaiz: «El solo
Dios».
Mientras peregrinamos por este
mundo entre luces y sombras, las personas contemplativas nos recuerdan que
también hoy Dios es lo único necesario, que hay que buscar primero el Reino de
Dios, que la vida nueva en el Espíritu preanuncia la consumación de los bienes
invisibles y futuros.
Feliz Jornada a todos los
contemplativos y contemplativas de nuestra Diócesis y de toda la Iglesia.
Con Vosotros
Domingo 22 de Mayo de 2016
Comentarios
Publicar un comentario